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Por Iván Ferreyra[]

Escritor


¿Y sí nos olvidamos del público?[]

El público no debe existir en la mente del creador, por lo menos en el proceso de producción, es parte de lo que llamaremos afinidad, los asistentes los construiremos mentalmente en base a eso, a gustos personales que coincidan con los de los organizadores, esto no en un acto de jactancia, sólo como concepto de libertad creativa. Y el mundo se divide entre los que hacen algo y los que no, a los que hacen los visualizamos, el resto no tiene identidad, y él que no hace nada, generalmente es público, y ahí empieza el problema.

Si quisiera expresar lo que siento cuando gestiono, quizás dejaría de hacerlo. Y si alguien tuviera una formula para realizar cosas exitosas, seguramente no la contaría, mi motor es la desesperación, el mismo que me acompaña en mi literatura. Una incontinencia, un deseo de realizar, hace años gestiono, siempre me quejo de eso, es como vender puerta a puerta, seguramente después de escribir esto, me llenare de dudas con respecto a lo que hago, o me fortaleceré. Es una voz que se escribe.

Creo que el nivel de maduración en algunas instancias creativas, radica en dejar de pensar en el público, eso relaja, nos llena de mucha libertad a la hora de crear. El público aparece después a consumir, llegan con su actitud de dame todo lo que tengas que estoy apurado y quiero divertirme.

A mi eso no me interesa, me conmueven los restos que quedan en la mesa de los eventos, los que se quedaron en un rincón reflexionando, o los que se fueron con la cabeza llena de música.

Vivimos en un mundo en que nada nos conforma, todo nos aburre, la televisión nos llevó a esa instancia, nada conmueve demasiado. Todos pregonamos la existencia de ciclos de cine europeo y cuando se realizan no vamos. Todos queremos eventos de primer nivel y no asistimos, las presentaciones de libros se volvieron un acto monstruosamente depresivo con lo que significa la llegada de un libro, las muestras de arte un círculo cerrado donde nadie puede pasar las vallas de contención. Creo que llegó la hora de reformular, mirar al público a los ojos, y comparar con lo que vemos en nuestro espejo, y ahí estará la idea.

Apunto al cerebro, a conmover, no me interesa coquetearle al público con un evento, me interesa incomodarlo, que se vaya pensando, que sienta que la vida a partir de algunos eventos puede ser más hermosa, que sobran las buenas ideas para refutar comentarios acerca de que siempre ocurre lo mismo.

Creo que esto funciona cuando sabés que tenés veinte ideas brillantes para hacer en tu vida, pero no sabes cuales son, sólo sabés que hay que esperar el momento. Y siempre están los hechos para demostrarlo.



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